Criticón I: Cuentos, Misivas Irreverentes y Malas Hierbas

A veces son los autores que se mueven entre las sombras los más interesantes.
Hará algo más de cinco años descubrí Inner, El Pendejo, un blog plagado de erotismo, pulpos, humor, fotografía, arte, rareces, más pulpos, escatología varia… y, sobretodo, honestidad. En fin, no apto para estómagos sensibles y fantástico para degenerados como Asterios. Hace ya unos años que Inner dejó el blog prácticamente muerto (aunque aún espero que vuelva a la carga) pero no antes sin publicar un intenso libro, Cuentos, Misivas Irreverentes y Malas Hierbas donde nuestro Pendejo recopiló de varios escritos breves.

portada

El típico criticón condenaría el libro al Averno tanto por su temática como por la forma en que fue escrito. Pero en mi humilde opinión es lo que lo convierte en una obra genuina, ideal para pasar un buen rato en familia, en caso de que tus parientes sean una panda de degenerados, claro. El estilo de Inner es directo, con una mezcla de erotismo y humor sin parangón que penetra en tu mente cual consolador engrasado en un litro de vaselina. La mezcla entre un registro culto y otro de llano es lo que ayuda a definir las situaciones que nos presenta a la vez que consolida su estilo personal. En otros escritos, aunque pocos, vemos como elude, con más o menos suerte, la dimensión sexual para centrar-se en otros temas de las relaciones, con unos resultados sorprendentes aunque un poco desiguales. En fin, un libro que no puede dejarte indiferente. Una visión (¿visionaria?) macarra, desenfrenada e hipnotizante de nuestro lado.

Inner publicó algunos de los relatos en su blog. Aquí os dejo uno de sus escritos más épicos. Si deseáis adquirir-lo os paso el enlace con la información.

 

¡Hasta otra, bala perdida!

Fragmentario I: La casa de Asterión

No siempre existe el azar, almenos en lo que respecta a los nombres. Éstos tienen siempre un contenido y siempre tendrán alguna historia que protagonizar. Y si no es así habrá que hacerla, digo yo…

Así pues, balas perdidas, quiero compartir con vosotros un relato de Jorge Luís Borges, y con eso me voy a descansar. No me atrevo a hacer spoilers así que disfrutadlo.

El texto fue sustraido de aquí.

 


 

LA CASA DE ASTERIÓN

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro: Biblioteca, III,I

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusa-ciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)1 están abier-tas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisio-nero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plega-rias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo con-fundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las no-ches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un alji-be o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que pre-fiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desem-bocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equi-voco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a bus-carlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muer-te, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

 

FIN

 

1. El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.

 


Que si rojo cereza, que si rojo Burdeos…

Hay muchos tonos de rojo. Un amigo mío escribió una vez un relato en el que me enseñó la existencia del  Burdeos en tanto cómo experiencia sensitiva, algo bastante guai.

Pero  no quiero divagar más pues a veces nos pasamos de tono y casi de color. En la universidad donde a veces tengo el dudoso honor de estudiar participé en una asamblea estudiantil. Allí, un miembro de un colectivo rojo cereza en el que yo no participaba acusó a otro colectivo rojo de ser una sucursal del PsoE dedicada a formar futuros líderes para el bien de la gloriosa nación etc. En cualquier caso yo me lo tragué sin más, porqué confiaba en la palabra de mis compañeros asamblearios.

Todo cambió  más tarde cuando otro compañero de la extinta asamblea quiso ingresar en ese club de señores rojo Burdeos. Resultó que su programa decía prácticamente lo mismo que el club de señores rojo cereza a la vez que se mostraban tanto o más hostiles al PPSOE. Todo ello sorprendió a mi compañero rojo-cereza que me admitió el error. Pero yo, la verdad, sigo sin ver la cereza y el Burdeos. Aquí solo hay rojo, un rojo pálido, quizás un rojo un poco imbécil que se hunde más y más en luchas sin sentido.

Cuidaos del politiqueo, balas perdidas.

Yop!

Ave, crackpots

My name is Asterios, native of Emporion, the run down city hit by rough seas and ruthless winds…Bah, ok, let’s quit dicking around and get to the point:

  1. I graze no more interesting lands than yours.
  2. Despite some people think I’m a rara avis I neither have something more strange than them.
  3. I preserve my anonymity for comfort and respect.
  4. I’m interested on people, so our comments, adulations and death threats will be received with open arms.
  5. Without further ado, welcome to my shabby apartment.

¡See u later!

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Yop!

Ave, bales perdudes

Em dic Asterios, natiu d’Emporion, la ruïnosa ciutat assotada per mars agitats i vents implacables… Meh, ok, deixem-nos de collonades i anem al grà:

  1. Pasturo per terres no pas més interessants que les vostres.
  2. Tot i que alguns em consideren un rara avis tampoc tinc res més estrany que ells.
  3. Si conservo l’anonimat no és per pretensió o por, més aviat per comoditat i cortesia.
  4. Minteressa la gent, per això els vostres comentaris, adulacions i amenaces de mort seran rebudes amb els braços oberts.
  5. Sense perdre més temps, benvingut al meu apartament cutre.

¡Ens veiem!

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¡Yop!

Ave, balas perdidas

Me llamo Asterios, oriundo de Emporion, la ruinosa ciudad azotada por mares agitados y vientos implacables. Nah, vale, dejémonos de chorradas y vamos al grano:

  1. Pasto por tierras no más interesantes que las vuestras.
  2. Aunque algunos me consideran un rara avis tampoco tengo nada más extraño que otros humanoides.
  3. Si guardo el anonimato no es por pretensión o miedo, más bien por comodidad y cortesía.
  4. Me interesa la gente, por eso vuestros los comentarios, peloteos y amenazas de muerte serán recibidos con los brazos abiertos.
  5. Sin más preámbulos, bienvenido a mi cutre apartamento.

¡Nos vemos!